Masiva vacunación de jóvenes: Más encontrados que nunca.
4 minutos de lecturaPor Mateo Ramallo Del Carpio – Estudiante de Derecho en la UNCO
“La juventud está perdida” es una frase que se atribuye, no con mucha exactitud, al filósofo griego Sócrates. Pero más allá de ese origen no tan conocido y muchas veces puesto en discusión, esta expresión ha brotado siempre y muy livianamente de la boca de infinidad de generaciones para manifestar disgusto ante los comportamientos, modos e ideas de los más jóvenes.
Se ha vuelto un triste recurso de nuestra lengua popularizado, repetido con aparente horror y vacío de significado. Vagos, rebeldes, faltos de valores, ignorantes, desinteresados e irresponsables son solo algunos de los motes con los que cargan históricamente quienes se encuentran entre el final de la adolescencia y el inicio de la adultez. Resulta paradójico que todo adulto que lanza constantemente acusaciones de esta calaña contra la juventud fue alguna vez un joven al que se le atribuían los mismos males, así como todo “pibe” en guerra constante con sus mayores será algún día un “viejo” anhelando tiempos pasados.
Ahora bien, al margen de la eterna guerra generacional y de las luces y sombras que arroja la posmodernidad sobre los Millennials y Centennials, los invito a poner el foco en lo que está pasando con los jóvenes y la campaña de vacunación iniciada en nuestro país hace ya varios meses: No es ningún secreto ni presenta demasiada apertura a la interpretación, el hecho de que durante toda la pandemia se ha puesto el ojo constantemente en la juventud respecto a los brotes y rebrotes de este maldito virus. Juntadas, mateadas, fiestas clandestinas, incumplimiento constante de las medidas sanitarias; todo fue endilgado a los más jóvenes.
Y no escribo esto para negar que muchísimos de ellos incurrieron desde el principio de la pandemia en estas prácticas una y otra vez poniendo en peligro a sus familiares y allegados. Lo que sí me pregunto es si no hubo adultos bien entrados en edad que también, y con el mismo nivel de masividad y reincidencia, “metieron la pata” practicando conductas similares. También me pregunto dónde queda ponderado el esfuerzo de muchos otros chicos y chicas que cumplieron a rajatabla las normas de buena convivencia sanitaria, muchas veces aleccionando a los más grandes. “A los pibes no les importa nada”. Sinceramente no es la realidad que se vio reflejada desde la semana pasada y particularmente a partir de esta, cuando comenzó la vacunación masiva de la franja de 18 a 29 años de edad en Río Negro.
Los pibes, esos a los que no les importa nada, abarrotaron los centros de vacunación, rebalsaron los hospitales, polideportivos, centros comunitarios y escuelas de toda la provincia para recibir la vacuna contra el COVID-19. Formaron eternas filas en la calle a la espera de la ansiada primera dosis, se organizaron para ir en grupo, se inscribieron, se levantaron temprano y fueron a ejercer la responsabilidad civil que les corresponde en esta instancia. Incluso en las redes, territorio que se ha vuelto aún más trascendente en estos tiempos de aislamiento, los jóvenes animan a sus pares a vacunarse, a protegerse y proteger a otros ante la presencia del virus.
Sin demasiadas vueltas ni debates inconducentes, toman la solución a la que ha podido llegar la ciencia para cuidarnos y la divulgan. Quieren volver a una vida normal lo antes posible, como todos, pero no se enfrascan en argumentaciones y contraargumentaciones eternas sobre bueyes perdidos como algunos adultos, tienen la certeza de que hay que salir de este estadio solitario y doloroso que ya ha durado demasiado, pero estando seguros y protegidos. En fin, fíjense que pragmática ha resultado la juventud rebelde cuando ese pragmatismo se volvió vital.
Quizá la prudencia y el cuidado que no tuvieron antes lo están teniendo ahora, quizá y, probablemente, quieran estar vacunados para volver a tener fiestas, juntadas y mateadas con amigos. No lo sé, no me importa el motivo ni el historial (por no decir prontuario sanitario con el que parece que todos cargamos) que hayan tenido. En estos días se los vio radiantes y ejemplares, dispuestos a cumplir con observancia el deber ciudadano más importante al que nos llama este tiempo, el del cuidado común, el de salir de esta todos juntos. He sido testigo con mucha emoción y orgullo, aquí en Las Grutas, en Jacobacci y en postales virtuales de toda la provincia, de una juventud que quizá cada tanto se pierde un poco, pero que hoy está más encontrada que nunca.
Por Mateo Ramallo Del Carpio – Estudiante de Derecho en la UNCO