Las maravillosas ganas que contagia María: ama el folclore, el truco y volvió a la escuela, su gran pasión
3 minutos de lecturaA sus 73, y tras la pandemia y el encierro, María Navarro decidió volver a estudiar. Salió abanderada en séptimo y ahora transita con calma, pero a paso firme, el secundario en Jacobacci. Hizo un curso de computación y se abrió redes sociales, pero «no me meto mucho porque hay que atender las cosas de la casa»; sonríe. Crió cinco hijos, vive rodeada de nietos y disfruta aprendiendo cada día. «Hay que estudiar, es lo mejor en la vida», dice
Por Silvana Salinas
María es de esas personas que tiene una energía que desborda. Que puede con esto, con lo otro, con aquello… y todo sin rezongar. Siempre lo hizo. Trabajando en su casa, desandando caminos de kilómetros y kilómetros en el campo. En la inmensidad y a la intemperie de la región Sur. Con sus distancias extensas, con su frío riguroso. Crió 5 hijos, vive rodeada de decenas de nietos y, a sus 73 años, no hay taller donde no meta las narices, ni se pierde un solo baile de folclore, y logró -luego de la pandemia prolongada que impuso el temor y el encierro- volver a su gran pasión: la escuela.
María Navarro vive en Jacobacci, nació en la zona de cerro Meseta en el paraje Mina Clara -una de las primeras fuentes de bentonita y diatomea- se presentó en el secundario nocturno y dijo -palabras más, palabras menos- «quiero estudiar».
Volvió al aula y su esfuerzo y sus ganas siguen cosechando todos los aplausos de sus seres queridos. Su familia y también de sus compañeros y ‘las seños’.
Transita el tercer año del secundario -porque también ya adulta logró terminar la primaria tras una vida de fajina y crianza- y días atrás dio una lección oral que le valió la aprobación en la materia de psicología. Expuso sobre la «teoría Gestalt» y la maestra capturó su foto frente al pizarrón.
Las clases virtuales, el encierro en su casa frente a una computadora «no la motivaron» y, entonces, decidió esperar. Ahora, rodeada de compañeros y compañeras, está en su salsa.
«Yo doy clases y todos los días trato con chicos, con estudiantes… se levantan y vienen, algunos apenas se lavan la cara», sonríe Fabián Ñancucheo, su orgulloso hijo, «pero ella un día antes plancha la ropa, prepara sus útiles e ir a la escuela es como una ceremonia: se peina, se cambia, se arregla, para ir. A veces hace tortas fritas y les lleva a todos para compartir», contó. Salió de la escuela primaria siendo abanderada.
«Es una alegría enorme poder estudiar. Siempre me gustó. Hago de todo. Bordado chino, bordado mexicano, talleres. Cuando se cerró todo también hice un curso de computación. Me compré una computadora y mis nietas mellizas me enseñaban un poco más».
María cuenta que también está al tanto de las redes sociales, «tengo facebook», dice, pero «a veces no me meto tanto porque también tengo que atender la casa», sonrió contando su experiencia a través de una videollamada con GNR Noticias.
Pero no todo es estudio y, cuando puede, también da rienda suelta a su otra gran pasión: «bailar folclore». No se pierde un baile, cuenta Fabián, y también se divierte jugando al truco. «Juego con mi familia, con mi hermano de 79 -ríe- que me reta un poco porque dice que no sé jugar»
María tiene cuatro hijos varones y una mujer, y «todos han estudiado. Eso siempre les enseñé». Junto a su marido, Pedro Ñancucheo, quien falleció hace años y fue un reconocido agente sanitario en la Región Sur, les enseñaban a sus hijos a leer, escribir y ‘las tablas’, cuando por «la crisis» y las distancias no podían llegar a la escuela.
«Ellos dos nos enseñaron durante un largo tiempo y nos tomaban lecciones todas las noches», recordó su hijo, que estudió abogacía en la UNCo. Ahora María volvió a pisar las aulas y sigue contagiando esas ganas de aprender, que siempre la impulsaron
Fuente y fotos: Gentileza GNR Noticias